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Autostop Argentina

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domingo, 18 de julio de 2010

CaNaPa 2010

Miro el reloj y marca las seis y media es hora de agarrar la mochila y dejar de trabajar. No soy el croto que describe Juan Villarino en su libro “Un Tango en el Tíbet” pero el de seguridad del edificio me mira como si desde el ascensor saliera una cosa rara. 

Tal vez vio las alas que tengo esas que me da mi mochila cada vez que me la cuelgo a los hombros, tal vez  crea que la gente de sistemas no es la clase de gente que sale a vivir la vida, no lo sé. Per o lo único que me importa es que tengo la mochila al hombro y salgo a volar, como un pájaro vuela luego de estar encerrado en su jaula y  aunque él todos los días recibió su comida y el techo no le falta, añoraba la libertad.

La calle córdoba como siempre llena de gente, los autos trabados en el tráfico pero yo camino en contra de la corriente subiendo por la misma hasta Callao, con destino Paseo la plaza donde me voy a encontrar con Luz y Andrés (una pareja amiga).

Las horas pasaron como si estuvieran jugando una carrera contra el olvido  o tal vez nos dejamos atrapar por el encanto de aquella bebida a base de lúpulo y cavada. El humor cambio y el cansancio del trabajo desapareció por completo para dar lugar a risas y bromas. De tal manera de que no tuvo ningún efecto sobre nosotros el hecho de que el subte de la línea B no estuviera andando, lo que nos obligo a caminar una cuadres más hacia la línea D.

Los caminos se bifurcaron debajo de la 9 de julio, donde con Andrés hacemos combinación para la línea C con destino Retiro y Luz en dirección contraria avanzaba hacia Constitución.

Enfilando rumbo hacia el CaNaPa en Retiro hacemos transbordo con el Tren San Martin el cual lentamente se nos escapa de las manos mientras corro con mi pesada mochila. Hoy a Cleta la siento más pesada que nunca. Creo que es por la notebook que llevo adentro y todos los elementos que necesito para el servicio que junto a Andrés vamos a hacer en el campamento.

Otro gigante se encuentra parado al otro lado del andén, el cual pronto comienza a rodar por los finos rieles de metal.

Pronto me doy cuenta que mi compañero no sabe bien cómo llegar al lugar su hoja de ruta se termina en la estación W. Morris donde piensa tomar un Remis hacia el Campo de la fundación Felices los Niños. Sin tener un plan B por si no encontramos una remiseria abierta o que nos quiera llevar. A eso le sumo que yo ni siquiera tengo una hoja de ruta ya que salí confiado que él sabía. Si alguien nos escucha diría que se juntaron el hambre y las ganas de comer. Pero bueno el plan salió bien como lo pensaba Andrés.

Llegamos a W. Morris y un remis nos dejo en la Fundación Felices los Niños, un campo que parece no tener fin y una escuela que va a ser nuestra casa por esta noche  y donde nos encontramos con los demás dirigente involucrados en esta pirueta de la vida.

Ya es tarde, las agujas del reloj ya están tocando casi el doce. Por lo que sin mucho tiempo por perder nos ponemos a armar la red y a poner en marcha al sistema de acreditación ya que dentro de unas horas el campo se va a llenar con más de seiscientas almas.

Los últimos ajustes se terminaron alrededor de las cinco de la mañana, cuando la gente que estaba de seguridad (otros dirigentes) con cara de sorpresa nos miraba y nos decía que nos vallamos a descansar. Echo que no duro mucho ya que a la media hora de entrar en nuestras bolsas de dormir, los primeros tres grupos llegaron al campo (cinco y media de la mañana)  lo que nos obligo a dejar el calor de la bolsa para empezar a acreditar a la gente.

Con los ojos entrecerrados pero con toda la buena onda que destilaba el equipo  el contador marco más de seiscientas cincuentas personas cuando se daba por cerrada la acreditación, junto cuando la apertura oficial se hacía en el campo allá por las dos de la tarde.

Saavedra, Castelli, Paso, Larrea, Azcuenaga, Matheu, Moreno, Manuel Belgrano y Alberti entraron en escena  quienes eran personificados por dirigentes frente a un cabildo que se encumbraba en el medio del campo donde banderines y banderas de diferentes lugares y asociaciones se elevaban sobre las cabezas de los chicos. La Pampa, Neuquén, tonadas correntinas, uniformes de los Scout Argentinos, A.Di.S.Ca y Parroquiales se mesclaban bajo el sol que brillaba a lo alto.

En este rincón del mundo parece que la línea del tiempo retrocedió sobre sus pasos para volver a depositarnos allá por el mil ochocientos diez.

Mientras los chicos hacen actividades me tomo un tiempo para armar a la Colorada (mi carpa) la cual esta gritando dentro de la mochila para que la saque a tomar aire.  Si bien me tienta acostarme a descansar, el día debe continuar.

  Poco más de las siete de la tarde y es estado de zombi con Andrés decidimos que ir a la carpa a descansar era más que una buena idea una necesidad ya que por la noche debemos comenzar a escribir carrick (la revista oficial de A.Di.S.Ca que venimos haciendo con él hace más de dos años y que esta vez se va a imprimir en el lugar como ya se hizo en otros campamentos).

Al despertarnos la única moción de tiempo que teníamos era que el farol ya se había apagado y la luna reinaba en lo alto.

A la entrada de nuestra carpa un cartel con el logo y la leyenda de “Hombres Trabajando”  desato las risas de todos y sobre todo de las nuestras al ver la broma de los dirigentes.

El día ya está terminando entre risas y mates en una mesa de junto a amigos. Adres ya está otra vez en su bolsa de dormir. El invierno parece  hoy haberse acordado que era su hora de aparecer, y en medio de la oscuridad las bocas de los dirigentes se convirtieron en pequeñas chimeneas.

DIA DOS

El sol esta calentado nuevamente el campo que está cubierto por una niebla densa baja. Los chicos vienen y van. Hoy ellos se van a hacer una recorrida por los lugares históricos de Capital Federal.

Entro a la cocina que esta revolucionada preparando las viandas para los que se van a caminar por la selva de gris. Y de golpe y porrazo me encuentro armando sándwiches de milanesa y armando las bolsas junto a otros dirigentes.

El medio día paso rápido y las agujas del reloj siguieron avanzando hasta que llego nuestra comida a las dos y media de la tarde. Entre las ollas y bandejas de la escuela los cocineros se divierten mientras trabajan, una rara escena que rompe todo esquema y genera una rara sensación al verlos trabajar con una sonrisa en la cara después de haber estado toda la noche preparando lo que hoy los chicos disfrutan. Tal vez el que nos ve de afuera este pensado lo mismo de nosotros vaya uno a saber.

Con la panza llena otra vez nos ponemos en marcha, en esta ocasión con hachas y cierra en mano nos dirigimos al montecito donde a la noche las llamas de los fogones van a iluminar las penumbras.

Ser Dirigente no es tarea fácil dicen algunos. Mientras los chicos disfrutan su paseo acá le rendimos batalla al cansancio y a los mosquitos que al sentir nuestra presencia se nos lanzan en picada.

Tres fogones estratégicamente ubicados son armados, tres pagodas (tipo de fuego o estructura utilizada para esta ocasión por su fácil mantenimiento una vez encendido) que luego arderán entre aplausos y sketches.

Una caravana naranja de micros escolares devolvió los chicos en el campamento. El sol ya se escondió detrás del horizonte grandes ollas de  mate cocido,  pastaflora y  alfajores  desfilaron por el sector de la merienda.

Si bien nuestro cuerpo está pidiendo una cama o el calor de la bolsa de dormir en este caso todavía falta la cena.

Tarea que prefiero dejársela a los demás dirigentes mientras ceno con “Hugo y su patrulla” como se hace llamar esta manga de  delincuentes. En una punta del campo están ellos y su fuego tan preciado bajo el frio de la noche.

Pasada la media noche las llamas de los fogones se abrieron camino entre la oscuridad de la noche. Con Andrés nos encerramos en nuestro bunker (como llaman a la dirección de la escuela donde tenemos nuestras notebook) ya que para mañana a la mañana la revista debe estar impresa antes que comiencen a retirarse los grupos. Una larga noche nos espera.

DIA TRES

El ultimo día comenzó gris y con una pequeña llovizna lo que obligo a adelantar las cosas para evitar que lluvias mas fuertes terminen arruinando el ultimo día.

Paso de la bolsa de dormir al bunker sin escala, Andrés hoy se retiro temprano y todavía quedan revistas por imprimir y doblar. Por suerte el equipo de servicio me da una mano y terminamos todo antes de que se haga el cierre de campamento.

Tanto esfuerzo, tantas gotas de sudor dieron su fruto. Algunas chispas, algunos errores de organización pero lo único que importa es que los chicos lo disfrutaron. Y las sonrisas de esos niños son la paga a estos días donde el descanso no estaba en la agenda.