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lunes, 24 de octubre de 2011

Rumbo Sur - Puerto Patriada


Transitamos una calle de ripio, entre el bosque y la montaña  tan deteriorada que hasta a los paisanos les cuesta avanzar. Compartimos el auto con un muchacho del bolsón que se viene a encontrar con unos amigos y tras doce kilómetros  llegamos al paraíso.

Las montañas guardan celosamente este lugar como un tesoro y uno enseguida se da cuenta porque. El agua trasparente, las piedras en el fondo y la costa, los arboles  y para terminar de concluir esta obra de arte el destino puso una pincelada especial. Un velero navegando a lo lejos y otra barcaza más anclada en la orilla.

Nos sentamos mirando el horizonte y comenzamos el ritual gaucho donde los elementos se unen para nosotros, el agua, el fuego y la yerba representado a la tierra. Pero dicho ritual es suspendido por unos momentos tras el descubrimiento de mi compañera.
Agarra plata que están vendiendo torta fritas!!! Me sorprende por detrás. Pero la emoción dura poco ya que al llegar, frente a mis ojos se llevan las últimas.

Volvemos a lo nuestro mientras nuestra compañerita a pesar de la temperatura del agua juega con otras nenas que acaba de conocer, se ríen, corren, se sumergen como si se conocieran desde toda la vida.

Sin señal en el celular, sin música ni preocupaciones que rompan con la paz del lugar, a lo lejos se ve llegar una canoa y  junto a ella un labrador nadando a la par y atrapando las miradas de todos al llegar se pone a  jugar en la orilla entrando y saliendo del agua en busca de los palos que le lanzan.

Las rapaces sobrevuelan entre las montañas y los arboles hasta que diviso a una posada en un árbol de ramas secas. La luz no es la mejor para este tipo de fotografía pero igual cámara en mano intento llevarme esa imagen mientras el sol lentamente se esconde entre las montañas.

El paisaje a cada minuto nos vuelve a sorprender las sombras le dan otro tinte a la pintura y nos deja boca abierta otra vez.  Las horas pasan y los visitantes se van retirando uno tras otro hasta que quedan solos lo que acampan en el lugar y nosotros que nos resistimos a irnos.

El lugar si llena de paz rápidamente y el silencio se hace presente. Mientras las chicas se arreglan para salir, me acerco a un hombre que está escondiendo una lata entre las piedras y en la cual enrolla la tanza de su línea que más adelante se sumerge en las aguas del  lago.  La pesca en estos lados es solo con moscas por lo que perseguido por su falta el hombre en un principio se nota un poco desconfiado, pero más adelante me cuenta que el día anterior estuvo pescando con esta modalidad, pero al no tener las moscas apropiadas o mejor dicho preparada de forma apropiada (sin los flecos)  un guarda parques casi le retiene el equipo. Por lo que hoy prefiere perder una lata y no un reel.

Ya es tarde y es hora de volver al campamento. Pero atrapados por la belleza del lugar nos quedamos más de la cuenta y comprometemos el plan de tomar nuevamente el colectivo a El Bolsón… Por suerte este se retraso y lo pudimos tomar bien.