Veinte y tres horas y contando... Un viaje de veinte horas que se convirtieron en casi todo un día arriba del micro hasta que el lago se hace presente y el mal clima empaña las ventanillas. Faltan pocos kilómetros pero en este momento mi destino ya no importa pero si tiene dos nombre.
La ruta me a dado muchos amigos y conocidos, algunos voy a visitar en este viaje, otros circulan por otros rumbos. Pero en este caso esos dos nombres son personas diferentes, no solo son compañera de viaje sino de vida, dos personas que amo mucho y son muy importantes para mi.
El chofer anuncia la llegada con un grito muy particular “Llegamos, por fin!” y una ola de aplausos contagiosos llegan desde el piso superior del micro que estaciona en el playón de la terminal de Bariloche.
Allí estaban ellas mis dos amores que desde hace más de quince días ya están recorriendo los alrededores y hoy cruzamos nuevamente nuestros caminos en un fuerte abrazo que mata a toda palabra. Un buen comienzo para arrancar esta ruta y aunque Bariloche se presente nublado, con frio y lluvias la sonrisa no me la puede sacar nadie de mi rostro.
Con las mochilas al hombro rápidamente decidimos que un taxi va a ser el mejor medio para llegar a Villa los Coihues ya que estar haciendo combinaciones de colectivos bajo el agua no es la mejor opción.
Los Coihues
La villa esta tal cual la deje un año atrás, la paz de un pueblo mesclado con la belleza inimaginable de las montañas y el lago Gutiérrez.
Descargamos las mochilas y busque a Sebastian (el dueño del camping Los Cohiues) las caras conocidas comienzan a reaparecer, algunos me recuerdan otros como era esperar no reconocen la cara de este loco. La llovizna ceso por un instante y sin dudarlo armamos a la colorada bajo unos arbolitos acompañados de unos ricos mates que dulcemente seba mi compañerita.
Comienzo raro si se lo puede llamar, el cielo gris, el habiente húmedo, frio, agua, mucha agua pero feliz muy feliz. Acomodamos las mochilas y las bolsas de dormir en la carpa mientras la aguja del reloj sigue avanzando en su loca carrera cíclica.
El sol se oculto tras los cerros y las empanadas pusieron broche de oro a nuestro primer día juntos en esta nueva ruta.
Colonia Suiza
El domingo amaneció nublado, frio pero por suerte sin lluvia. Lo que nos permitió rumbear para Colonia suiza tal como lo teníamos planeado, así que luego de un potente desayuno de tortas fritas (comunes y rellenas de jamón y queso), partimos hacia la colonia. Una ventaja de estos lugares es que los colectivo de líneas te alcanzan a todas partes, solo debemos tener paciencia y esperar a que pasen.
Así hicimos primero el colectivo de la línea 50 y luego previa combinación en el cruce de las nieves llegamos a colonia suiza. Con el cerro Lopez observándonos desde lo alto y la oferta del curanto en cada rincón tras caminar unas cuadras llegamos a la plaza principal donde los artesanos exponen sus productos y se desarrolla la mayor parte de las actividades del lugar.
Al frente la feria principal que abre los Domingos y Miércoles pero antes de dar el salto a la vereda del frente , la tierra humeante del curanto no atrae, como hipnotizados, la curiosidad por esta comida mapuche es mar fuerte que las artesanías de la feria y luego de anotarnos en una gran lista y esperar unos minutos, el misterio que se ocultaba bajo el montículo se da a la luz.
Dos cocineros con las palas en mano retiraron cuidadosamente toda la tierra, y de la misma manera siguieron con la arpillera, las hojas de maqui para dejar al descubierto un manjar único. Papas batatas manzanas acompañan a la carne vacuna, los chorizos, el pollo y el Cordero.
Pansa llena corazón contento dice el famoso dicho popular, así que con una sonrisa en el corazón cruzamos la calle hacia la feria. Un predio alargado con puestos bordeando el mismo. Para ser sincero la misma por ser uno de los principales atractivos del lugar, nos dejo sabor a poco, digo nos porque la cara de mi compañera decía más que mil palabras. Tal vez sea por la cantidad de puestos vacios, que casi igualaba al número de los llenos.
No digo que sea fea, es más salimos con unos recuerdos en la mano pero vuelvo a remarcar que es uno de los principales atractivos…
Caminamos por la misma calle unos veinte metros para meternos en una burbuja del tiempo donde las agujas del reloj parecen haberse detenidos en aquellos años donde los primeros habitantes se instalaban en la colonia. Detrás de un restaurante regional una pequeña casita con su chimenea humeante hace contraste con el mar verde. Frambuesas, corintios, guindas y demás frutas finas hacen que uno sienta ese efecto de burbuja.
Avanzamos hacia la casita donde en su interior los más esquicitos dulces están al alcance de nuestras manos y por supuesto el mejor vino montañés que se puede encontrar. Salimos con el motín de cuatro botellas reservadas para nuestros familiares justo cuando nos interceptan con una propuesta muy atractiva.
Esta pequeña granja está llena de secretos y tesoros. En uno de los lados una casa de madera nos espera con su historia. Resulta que se trata de una de las primeras casa de la colonia perteneciente a los Goye, madera crujiente, artefactos antiguos, muchas historias y anécdotas.
Retomamos el camino por la calle principal en busca de nuestro colectivo de regreso pero antes nos desviamos hacia uno de los campings en busca de Magila un hombre que hace un año conocí en Villa Los Coihues y por comentarios me dijeron que esta temporada estaba trabajando en el camping de su hermano. A quien encontramos, pero nos da la noticia que no se encuentra en el predio.
Por lo que luego de una breve visita al lago Moreno Este volvemos en busca del colectivo que para nuestra sorpresa ya se había ido y tras revisar los horarios descubrimos que el próximo pasara una hora más tarde así que mate en mano las agujas del reloj siguieron su curso en la plaza principal hasta que finalmente el diez llego para llevarnos hasta el centro de Bariloche.
El día estaba llegando lentamente a su fin, la noche ya estaba sobre nosotros y las luces encendidas decoraban el centro cívico. Recorrimos la avenida Mitre de punta a punta (como diría mi padre la famosa vuelta al perro).
Luego de las compras necesarias y una larga espera en la parada del colectivo regresamos a la villa, la noche esta fría y oscura, no parece que el clima vaya a cambiar pero nosotros seguimos de pie.
Cerro Otto.
Los tímidos rayos de luz se filtran por las telas de la carpa afuera está nublado y las bolsas de dormir hacen todo lo necesario para que nos quedemos hasta pasado el medio día dentro de la carpa. El camping esta despiertico, la gente hoy parece que todos se pusieron de acuerdo para salir y dejarnos a nosotros como los dormilones…
Pan casero y pates saborisados acompañado de unos ricos mates fueron nuestro desayuno-almuerzo y luego de ordenar nuestra carpa salimos hacia la parada del cincuenta y uno.
La subida al cerro Otto está a menos de media hora de la villa, antes de dejar el camping Sebastián (el dueño) nos adelanto el horario del cierre de los teleféricos aunque por suerte estaba errado y pudimos subir.
Tras risas y sorpresas la capsula roja se fue elevando sobre la falda de la montaña hasta llegar a la famosa confitería giratoria. La vista es impresionante desde la terraza de la misma, las montañas encapuchadas por las nubes dan a esta un tono sombrío que junto con los lagos hacen de este paisaje una pintura del mejor artista.
Dentro de la confitería comenzamos con un recorrido por el salón de arte para luego finalizar en la confitería propiamente dicha.
Una vista de trescientos sesenta grados es la mejor manera que uno puede disfrutar un licuado y una porción de torta mientras unos se divierte con las caras y comentarios de los que llegan por primera vez y ven al piso girar. O de los nenes más chiquitos que pueden pasar largos ratos tratando de entender como un pie se mantiene en su lugar y el otro se mueve solo.
Las horas siguen pasando aunque no nos damos cuenta atrapados por las risas y la atmosfera de buena onda del lugar hasta que finalmente decidimos regresar a tierra firme.
Una breve visita al centro de Bariloche para terminar nuevamente en la villa con un rico arrocito caliente para ir a nuestras bolsas de dormir con las calorías necesarias para poder hacerle frente al frio de la noche.