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Autostop Argentina

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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Monte Blanco

El monte está tranquilo, lleno de cantos, lleno de vida. Llegamos en la canoa de Ignacio. No era el plan original ya que luego de cuatro horas de navegación en la lancha colectiva a quince minutos de llegar, entrando en el Parana Guazu a esta se le rompe el eje de transmisión y debemos llamar a los chicos de Riestra Guazu para que nos vengan a buscar.
Pero llegamos, somos tres locos que le invadimos la casa a esta familia con el fin de arrancar el primer corto documental sobre Monte Blanco. Sergio Victorino, yo y nuestro eslabón más importante Emilse Guglielmetti quien nos contacto con la isla.
De inmediato Flabia e Ignacio junto a sus hijas nos abrieron las puertas de su casa. Una hermosa casa rodeada de monte donde el calor del hogar te abraza al pasar por la puerta de entrada. En su interior nos presentamos un poco mejor y ellos con la ayuda de mapas, fotos y toda su experiencia nos presentaron en monte. Llenándonos de expectativas y una ansiedad enorme por salir ya a cazar la luz con nuestras cámaras.
Setecientas hectáreas son imposibles de recorrer en tan pocos días, por lo que mientras almorzamos armamos un plan de cómo encarar la filmación. O mejor dicho nos cuentan como tenían planeado ellos en encararla ya que nosotros solo podemos escucharlos y embebernos de su experiencia.
Preparamos el equipo y salimos en la canoa por el arroyo dejando atrás el Parana Guazu. Los sonidos de la naturaleza nos envuelven de inmediato al apagar el motor. Desandemos en un albardón, descendemos en el monte entrando a un lugar virgen, lugar de suma importancia ya que en el delta, tanto de Entre Ríos como de Buenos Aires son muy pocos los parches que quedan intactos a salvo de la deforestación y la industria maderera.
El rio esta alto y los albardones están inundados, avanzamos con el agua por encima de nuestros calzados, otras veces llegan hasta las rodillas. Pese a la preocupación de Flavia que le sale su instinto de madre y no quiere que nos mojemos demasiado. Estamos en el monte, en un lugar mágico, donde vemos arboles de más de cien años y lo mejor de todo miles y miles de retoños. Canelón, Anacahuita, Mataojo, Espinillos ceibos, entre otros árboles que conviven en armonía con los helechos, Jazmines del aire y otras epifitas que decoran los troncos y las aves que se escapan de nuestra presencia pero podemos oírlas con sus diversos cantos.

Seguimos avanzando cruzando pequeños arroyitos de aguas claras que escurren los pajonales y terminan mezclándose con las aguas marrones del Paraná.  Una junta de Pavas de monte levantan vuelo delante nuestro con su característico canto que parece despertar a todo el lugar.  El monte está vivo y lleno de energía, está sano y no nos alcanza los ojos para ver todo y menos para filmar.  El sol ya está cayendo en el horizonte y si bien tenemos bastante luz no queremos que la noche nos sorprenda adentro.
Retomamos el camino y antes de llegar al punto de partida escuchamos a Ignacio junto a las nenas y Hernan amigo de los chicos y de Emilse. Uno de los primeros en descubrir esta joya. “Nosotros cuidábamos el monte por instinto y llego Hernan y nos abrió los ojos sobre la importancia del lugar” nos cuenta Flavia.
Regresamos a la canoa y el horizonte se parece prenderse fuego en un ocaso que nos deja con la boca abierta a todos. Los naranjas del cielo contrastan con el negro del monte que ya está siendo devorado por las sombras.

La noche fría llego y el calor del fuego nos abrazo mientras las carnes se asaban al fuego y como siempre la sabia naturaleza le puso su toque apagando el fuego justo a tiempo con las aguas del rio que se adentraban tierra adentro en una crecida que nos sorprendió a todos.
El nuevo día llego con los cantos de las aves y un hermoso sol. Desayunamos y preparamos el equipo mientras Ignacio sale a buscar una piragua.
El plan de hoy es realizar una flotada por el arroyo hasta una vieja casa en el fondo del mismo. Tomando imágenes de las costas.
Flavia, Emilse y Hernan salen primero y se adelantan para adentrarse nuevamente en el monte en busca de un árbol que encontramos en el día de ayer y no pudimos identificar. Nosotros salimos con otra con ritmo más lento y disfrutando del paisaje, tratando de capturar todo a nuestro andar.
Pasamos por el lugar que ayer bajamos al albardón pero no vemos la piragua de los chicos. Seguimos adelante hasta encontrar un lugar apropiado para bajar y filmar algunas aves en la tranquilidad del arroyo.  Mientras esperamos que llegue la otra piragua.
El tiempo paso y los chicos no llegaron por lo que decidimos tomar otra vez los remos y retomar el arroyo ya que no estábamos seguros si era la dirección correcta y al no ver la piragua supusimos que estaban adelante nuestro en algún momento y tomaron otro arroyo.
Al encontrarnos en una curva las dos piraguas volvimos a retomar la dirección hacia el final del arroyo pasando por lugares sacados de un cuento de hadas, donde arboles añejos visten en sus ramas barbas de viejo que cuelgan desafiando la gravedad.
Bajamos en la casa abandonada donde la naturaleza reclamo su lugar y hoy es cuna de un zorzal quien armo su nido en un rincón, cama de una lechuza o el pasatiempo de un gato montes que paso por el lugar y dejo las heces como señal de su presencia.
Nos fuimos con algunas de las egagrópilas y con ganas de acampar durante la noche en la casa para lograr ser parte de toda esa biodiversidad.
Retomamos el arroyo y volvemos a descender de las piraguas pero esta vez para adentrarnos de aquel paisaje encantado y avanzamos entre las barbas de viejo con intenciones de llegar a una gran palmera Pindo, símbolo de que este monte tiene sus raíces en tierras más tropicales. Pero la zarzamora traída por los italianos para hacer vino y hoy es una plaga. Echa para atrás nuestro plan con sus espinas. Por lo que entramos con las piraguas por otro arroyito que tiene su salida escondida con vegetación y llegamos hacia la palmera que apenas llegamos a ver su copa entre el follaje con más de cien años un verdadero símbolo del monte.
Regresamos hacia la casa de los chicos y sin tener conocimiento de cuánto tiempo estuvimos remando y para nuestra sorpresa estuvimos remando más de seis horas y ya estábamos rozando las cinco de la tarde.
Entre mates charlas algo de pesca el día fue culminando con una sección de fotografía nocturnal en medio de la paz de la noche.
Nuestro último día comenzó lento, el cansancio se hace valer y un desayuno largo y pausado puso fin a las jornadas de filmación. Relajación total… disfrutando a pleno el canto de los pájaros, el sol que se filtra tímidamente entre las nubes y la paz la pura paz que nos envuelve…
Pasado el medio día y próximo a nuestra partida las nenas propusieron un partido de futbol y aprovechando al máximo las visitas un picadito isleño se desato hasta que en el horizonte lejano la lancha colectiva le puso fin.
 
Un fuerte abrazo marco nuestra despedida con Flavia e Ignacio. Un nuevo camino recorrido, un mágico lugar y unos amigos que quedaran en nuestros corazones.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Santa Catalina, Lomas de Zamora, Buenos Aires




Envuelto por haces de luz, me doy al camino abierto de par en par, y muy distinto a cualquier asfalto que se precie del tránsito más pesado. Humedad de la buena, rocíos, perfumes silvestres, van rodeándome sin premura, dejándose gozar. Hace tanto que mi alma-piel tenía necesidad de tamaño nutrimento, hecho de paisajes por doquier, trinos como encantos, hojas guirnaldas al caer en suspensión. ¡Cuán libre me siento ahora!, emancipado del oído continuo para atender la marcha de motores escupiendo smog, y de los sentidos en guardia ante posibles ataques porque sí. El único ruido es tan natural que suma al silencio en torno; pero este escenario me habla, y dice pájaros amaneciendo, dice árbol sonriente ante mi menuda presencia. Un día traeré conmigo a la más pequeña, aquella que ilumina mis sueños, para que sepa temprano sobre la abundancia escondida en las flores, de la enseñanza que rumían aquellos rebaños cara al sol y las lluvias. Es preciso que conozca dónde no entran la codicia ni el poder desmedido. Y que juntos disfrutemos un despertar indecible a cuanto albedrío se pueda contener

Albin
la foto es de JOE

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Primer Foro de Naturalistas de Argentina en Red


La lluvia ya se fue hacia otros horizontes y solo unas nubes manchan el cielo. Una laguna viva y renovada con las nuevas aguas espera a los naturalistas que temprano llegan desde varios puntos del país.
Una vez acomodados con mates entrerrianos y cámaras  listas para robar un poco de la magia, de la mano de Victoria Bollero la primera visita arranca, mientras poco a poco va llegando más gente. 
Como siempre la pacha se luce ante los visitantes, gallaretas, cuervillos de la cañada, biguás, gallinetas y garcitas ilustraron tal bella obra de arte y las últimas pinceladas de rosa la dieron las espátulas rosadas, que en bandada levantaron vuelo al paso de los caminantes.
Pero utilizando las palabras de la gran autora Silvina Graciela Schujer  “… El tiempo se derrama gota a gota del pincel...” por lo que, refugiándonos del sol del medio día bajo el quincho, un almuerzo rápido repone las energías gastadas y en un ambiente de compañerismo tras una ronda de mates y haciendo las veces de moderador, Mario Bollero, luego de una introducción donde el queridísimo Chevez no se quedo afuera, se fueron presentando las problemáticas y dudas que cada uno traía desde su región.
Desde planteos filosóficos  y de la mano de la falta de compromiso… Los pseudo conservacionistas que pululan nuestros suelos, la escases de conocimiento sobre leyes ambientales y  la falta de aplicación de las mismas, son el primer extracto.
Recorriendo de punta a punta el país, pasando por Entre Ríos con el desmonte indiscriminado, por San Martin, Córdoba, Buenos aires con Laguna de Rocha presente y el Delta con el Monte blanco, para regresar a Venado Tuerto donde los concejales de todas las bancadas, acordaron la fumigación con agroquímicos a cincuenta metros de las zonas urbanas.
Pero la curiosidad es más grande y las ganas de seguir conociendo nos impulsa hacia afuera. Caminamos en dirección opuesta a la laguna por un camino de tierra, para luego ingresar a un campo lindero y bordear uno de los tantos pantanos y juncales, llenos de vida y biodiversidad.  
Los felinos no se dejaron ver, pero las huellas en el camino nos avisaron que puma y   gato montes andan por la zona.  
Para poner fin con broche de oro, un cerdito al horno de barro, coronó el día bajo un cielo estrellado y antes de que el cansancio se apodere de nuestros cuerpos, se volvieron a repasar los temas planteados, cada uno aportando ideas y  vivencias pasadas, se fue armando un torbellino de aportes, conceptos  y con toda esa información nos fuimos a acostar.
El domingo por la mañana los más apasionados se levantaron antes que el sol se asome por el horizonte y cámara en mano se dispusieron a robarle un poco de magia a la vida. Mientras que en el quincho desde temprano los mates estaban alistados para aquellos que le ganaban a las bolsas de dormir.
El cielo celeste, anuncia una gran jornada entorno a la laguna. Algunos aprovechan para conectarse con la naturaleza, otros para sacar fotos.  
El predio está más concurrido que el día de ayer. Una barrileteada organizada por los caseros, atrajo a los vecinos de Venado Tuerto (no muchos) y bajo el sol del medio día mientras los visitantes se bañan en aguas prohibidas, otros se llevan fauna del lugar sin control alguno. En las últimas horas del encuentro, entre todos,  nos cerramos en una conclusión en común,  la necesidad de focalizar los esfuerzos y reforzar, como naturalistas, en el campo de lo legal,  como en la acción social, trabajando en la concientización, enfocándonos en transmitir un mensaje claro y evitando la censura,  enseñando el  porque de las cosas y transmitiendo amor por nuestra tierra.
En síntesis, hemos definido e identificado, problemáticas comunes, sobre las cuales debemos trabajar y orientar la concientización de nuestros conciudadanos, es una titánica tarea, pero en algún momento hay que comenzar y creemos que es un buen momento de sumar esfuerzos y multiplicar ideas, cada uno regresa a su región, con el claro objetivo de poner en práctica lo vivido y de sumar experiencia para el próximo Foro de Naturalistas de Argentina en Red.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Aquellas viejas callesitas - Victoria





La ruta nos lleva hasta Victoria. Mi andar por ella será rápido ya que estoy de paso, pero ni bien llegue con el micro pude notar que una atmósfera especial envuelve esta ciudad.





Son las catorce horas y la siesta se hace respetar por esto lados… Calles casi desiertas pero con una historia que se ve a flor de piel. Camino hacia la plaza principal y a cada paso voy descubriendo las casonas viejas que todavía se conservan con su tan rica arquitectura, pintando postales junto al verde de los campos que se ven al final de cada calle y se pierden en el horizonte. Ciudad tranquila con alma de pueblo y con mucho para ofrecer.



Me siento en un bar a almorzar y la paz me invade bajo los árboles donde cantan zorzales. Dice que para conocer un lugar uno se tiene que perder entre sus calles para luego volverse a encontrar así que mochila al hombro y cámara en mano, atrayendo las miradas de los pocos transeúntes, me deleito en cada esquina con las historias que guardan celosamente.


Lamentablemente el tiempo es tirano y me encuentro con Mario Bollero y su familia para seguir viaje. Dejo atrás una gran ciudad pero con la promesa de volver y dedicarle el tiempo que le corresponde.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Provisión arbórea

Al refugio de caritativa sombra me senté a descansar. El remanso natural  procedía del pino, ser primigenio, quien acogió mi fatiga con serena tolerancia. Bajo el verde restallar de su copa percibí la energía retornando hacia las fuentes de mi matriz, en lenta pero segura provisión. Entonces, reparé que yo y él estábamos vinculados por la armonía en que árbol y hombre se complementan al reconocer su hermandad cósmica. La diversidad abarcó mi ser, desperdigando el ego en miles de fragancias y evoluciones.
Entre los clausurados labios jugaba una brizna de tal brillo, el viento imprimía círculos en los pastos color jamás pensado. Aves, almas errantes, nubes, danzaban al ritmo del latido con que el universo se expande. ¡Oh, cómo vuelve el orden primordial, contagiándome sus atributos!. Desde el fértil prado una emoción nutría purezas. Suave amparo maternovegetal. Presiento que se detuvo el curso de rutina,  ningún horario corrido llegó a distraer el pendular del intelecto. Y fui uno con el devenir global y sus circunstancias...
Así en suspensión permanecí indiferente al paso de una hora o diez, hasta que, nuevamente el camino reclamó su bien ganado prestigio. Afirmando el pie espontáneo sobre la grava reinicié la travesía, sin metas a conquistar de momento.
Una terrena vitalidad y el rumbo claro son regalos del viejo pino. Los provee sin rodeos ni demandas de compensación, a cuanto peregrino se avenga hasta su cono de sombra y paz de la que no abunda.

ARLANE

sábado, 19 de noviembre de 2011

SOBRE LA HOJARASCA (Vegetarse)

(este relato fue creado en ocasión de nuestra visita a San Marcos Sierras, Córdoba, allí hay algo singular que flota.)


Despojados de temor o prejuicios, Selena y yo nos internamos en un bosque abierto a las expectativas.
Desde la cabaña que alquilamos a Quique, contemplábamos cada mañana la belleza y el enigma de aquellas arboledas, alcanzando a percibir cierto encanto que flotaba brumariamente, desdibujando raíces y pastos, dejándonos una sensación de huertos elevados en son de paz. Y también nos maravillaba el bullir lejano de quién sabe cuántas especies . Casi sin planearlo nos internamos, mano con mano y ojo atento a lo que surgiera, en aquella comarca donde reina el verde sobre cualquier otro.
A medida que avanzábamos, el hormigueo de costumbre iba perdiendo intensidad, hasta convertirse en evocación sin parecidos, reemplazado por un discurrir más lento que se nos hizo fácil de llevar. Nuestras manos aferradas fueron ganando frescura. En un momento, al voltear hacia mi compañera, comprendí que ella había ingresado en la frecuencia mental propia de traslucimiento, pues sentía el pulso de su palma, pero apenas lograba distinguirla, reverdecida, mimetizándose con la foresta. Sólo sus intensos ojos azules indicaban dónde acontecía. Yo también fui presa de simbiosis, así de potente es la energía que despliega ese monte aunque uno se resista. Al observarme, descubrí que me estaba arbolando. No experimenté cambios físicos o mentales serios, pero debí detener la marcha para que las ávidas raíces, surgidas entre las costuras de mi calzado, se nutrieran con el fermento, presente en la hojarasca que alfombraba el camino. En la copa, arriba de las orejas, creo haber detectado cotorras con intención de anidar y hacerse oír.
Así estuvimos por horas, tal vez días, disfrutando la fusión con los elementos del reino botánico, no nos apremiaban el hambre ni el afán por consumir más de la cuenta, hasta hicimos buenos amigos. Imaginábamos haber logrado independencia del humano deber para con el Estado y dioses afines al sistema. Involucrados con el entorno, comprendimos la armónica relación posible entre especies terrenales: yo me nutro de la tierra y otros vendrán a mis frondas por alimento y cobijo.

Salvas de sol rompieron aquel hechizo. Una identidad atávica como los sueños vino a despabilarnos, y buscamos la salida entre senderos poblados de flores y aves que nos saludaban de memoria. Semiconscientes y casi desnudos, nos rendimos al peso de nuestra condición natal.
Allí, bajo el alero de chapa, nos esperaba el gran Quique, con el mate listo y sonrisa cómplice, más algunas mantas de consuelo. Aunque llegamos abismados de silencio, él nos suavizó la vuelta a las luces, desplegando buen humor y comprensión, para que recuperáramos el habla y la conciencia de pertenecer a una especie que se presume impar, aunque nadie allí se lo creyera.

Pero, mi compañera y yo advertimos una brecha insalvable que nos diferencia de aquellos que partieron, tomados de la mano, desde la cabaña de piedra hacia el imperio de natura.




Arlane

jueves, 17 de noviembre de 2011

Rumbo Sur - Cascada Escondida


Dejamos atrás dos kilómetros de tierra que se abre camino entre quintas, estancias y áreas protegidas de bosque con arboles añosos en el Mallín ahogado, disfrutamos del placer de poder comer una ciruela recién arrancada árbol que se elevan al cielo al lado del camino.

El clima amenaza con una pequeña llovizna que pronto cesa y luego de un almuerzo rápido en la entrada del parque encaramos al sendero que promete una de las joyas del sur…. Bajamos escalones tallados en el suelo y en una ventana natural, el monte nos muestra una maravilla que celosamente guarda entre su flora.
Una pared de unos veinte metros donde el agua se precipita desde la altura formado la cascada escondida que deja con la boca abierta a cualquiera que tenga el placer de poder contemplar semejante belleza.
El camino sigue descendiendo y terminamos en la base de la misma donde la fuerza del agua esculpió la piedra formando placenteras ollas y todo un camino  rio debajo de pequeños saltitos mientras las aguas se haber paso entre las piedras.
Busco la toma, las fotos que puedan reflejar semejante belleza, salto de piedra en piedra y vuelvo a saltar pero siempre siento que falta algo…
Dejamos la mochila entre las piedras y nos aventuramos rio abajo hasta que este nos dijo hasta acá pueden seguir o mejor dicho podes seguir pero pasa una vez y no volves. Por eso volvimos a buscar la mochila y evaluar la situación ya que el sendero por donde tenemos que pasar es muy estrecho y de tierra suelta, pura aventura pero no sabemos que nos espera más adelante y no tenemos muchas horas de luz adentro del monte.
Así que luego de re calcular la ruta decidimos quedarnos un poco mas admirando el salto y retomar el camino de tierra para llegar a la ruta donde tomar el colectivo que nos devuelve al pueblo del bolsón.
Pero al salir del parque ya comenzando a encarar el camino nos para un hombre que nos hace propaganda de su nuevo camping y al notar que estamos apurados ya que nos quedamos más de lo debido en el salto nos muestra una picada por el monte que nos lleva hacia la ruta más rápido.
En silencio y muy atentos entramos por un sendero bien marcado pero sin señales algunas y con el miedo de salirnos del camino hacia donde nadie nos ve y guiados por un extraño. Pero estamos dentro de un lugar maravilloso y poco a poco el entorno nos fue tranquilizando y comenzamos a disfrutar de la magia del lugar. Caminamos entre grandes árboles por un sendero que sube y baja en el medio del silencio. Somos nosotros y la naturaleza.
En la mitad del camino un paisano a caballo apareció detrás de nosotros encuentro que nuevamente pone los pelos de punta. Pero haciéndonos a un costado del sendero este paso y se fue.
La picada termino en un camino ancho de tierra que más adelante terminaba en el cementerio de El Bolsón. Lugar donde hoy no pienso estar por lo que lo bordeamos y seguimos camino hasta que el Rio quien avanza a nuestra izquierda se junta en con el arroyo que unas horas antes planeábamos seguir desde la cascada.
Ya estamos en territorio conocido por mis compañeras y sin querer terminamos visitando la Cascada de la Virgen… Lugar que ya había dejado afuera de mis planes por falta de tiempo.
Por un rudimentario puente cruzamos el arroyo y saltamos de piedra en piedra hasta que frente  a nosotros el terreno se eleva formando una hermosa caída donde el agua se abre camino entre las piedras formando hermosas postales.
La ruta, el colectivo son planes pasados seguimos camino al pueblo bordeando el río.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Épocas de quesos.

14 de Julio 604 esquina San Martín. Bajamos del colectivo y nos adentramos a la vieja casona de 1860 y de repente viajamos en el tiempo hacia épocas de arrieros que viajaban largos meses hacia el fuerte Independencia y hacían paradas en Posta del centro.
Cruzar el lumbral de la puerta es toda una experiencia inigualable, te invaden los olores a ahumados y especias de todo tipo. La vista se impacienta queriendo ver todo lo que nos rodea. Encontrando en cada rincón una nueva sorpresa.
Recorremos la primera sala leyendo cada frasquito, cada latita, descubriendo miles de cosas imaginándonos aquellas épocas lejanas… queriendo saber más, buscando en cada rincón un pedacito de historia.
Una pequeña escalera nos lleva al sótano donde viejas botellas, quesos, herramientas para el armado de los embutidos y otras joyas se encuentran arrumbadas como todo buen sótano.
Detrás nuestros, otros visitantes esperan su turno y por más que me quedaría horas mirando, retomamos y nos adentramos por la casa donde hoy funciona un restaurant donde uno puede saborear una picada u otros platillos. Nosotros ya tenemos planes para nuestro almuerzo así que nos dedicamos a observar y maravillarnos.
Viejos bancos de maderas y una larga mesa, iluminada por las velas y la luz del sol que entra por pequeñas ventanas en la pared de adobe que tienen más historias que contar que cualquiera de este lugar.
Pasamos de sala en sala y danza de las llamas nos atrae como Hechizandonos. Un pequeño de rincón con el fuego prendido en la parrilla junto a un horno de barro que invita a quedarse a tomar unos mates con a unas torta fritas en la calidez de un hogar.
En el patio externo nos esperaba otra joya un Ford se halla durmiendo su siesta final junto a una bicicleta estilo inglesa y juguetes de niños de siglos pasados entre otros tesoros que descansan bajo la pérgola cargadas de ramilletes de flores celestes que caen desde arriba como lluvia.

Como una burbuja detenida en el tiempo Épocas de quesos, nos sedujo hasta el último minuto para devolvernos nuevamente a la realidad con solo salir a la vereda.