Como venas
de la montaña el rió cristalino avanza entre la roca pura. Quebrada del Toro
muerto se encuentra a ocho kilómetros de Cura Brochero en la comuna de San
Lorenzo.
Avanzamos
más de media hora por camino de ripio subiendo y bajando por lomas entre las
sierras. Camino complicado para aquel que no lo conoce pero con una recompensa
que se escapa a toda imaginación.
Bajamos de
la combi y nos recibe el dueño del paraje a la sombra de las parras que tientan
a más de uno a robarle una uva de sus tentadores racimos. La hospitalidad se
hace presente en todo momento y mientras arreglamos la vuelta con el chófer nos
indican los servicios del parador.
La frescura
del río que avanza dejándonos una dulce melodía. Los sauces y las rocas. Una
combinación sacada de un cuento de hadas.
Evitamos el
amontonamiento de gente y bajamos por el rió y a la sombra de un sauce viejo
dejamos nuestras mochilas mientras almorzamos una comida rápida con los pies en
la fresca agua mientras las libélulas como ignorando nuestra presencia volaban
entre nosotros y se posaban un poco más allá.
Nos
escapamos de la gran multitud de gente de Mina Clavero y en la quebrada
encontramos la paz, el córdoba que teníamos en mente con Adri. Sin ruidos, sin
música, sin una cantidad de gente alrededor nuestro que no nos alcance los
dedos de las manos para contarlas…. Encontramos la Paz.
Sacamos el
mate y comenzamos el viejo ritual gaucho. Mientras Danita juega en el agua,
nosotros disfrutamos de los placeres de la yerba mate antes que saque la cámara
y el fantástico mundo de la luz me atrape.
Por más que
me resista desde la mochila me grita desesperada implorando salir. Tomo la
cámara y entre las Libélulas que posan para lente y los miles de saltitos de
agua clara me saco las ganas jugando con las luces, las sombras y el movimiento
que quedan plasmado en unas instantáneas. Camino por el río, subo y bajo, me
enredo entre tanta belleza y vuelvo a este mundo para escuchar las nuevas rimas
de Danita cargando a Gabriela que no deja su celular ni un minuto.
Las horas
pasaron y es hora de merendar para reponer energías, por lo que saco del agua
las latas de paté que puse para enfriar y utilizando una piedra de mesa preparo
una galletitas que atraen a las chicas y a una compañera no muy deseada.
Desde un pozón
de agua un poco mas estancada que las demás salió Danita con una amiga en su
pie. Una hermosa sanguijuela de unos cinco centímetros de largo que se le
aderio y no quería salir por más que intentara sacarla por medio físicos. Si
por algo estoy al lado de mi compañera de ruta y vida es por el excelente
trabajo en equipo y rápidamente tengo en mis manos el alcohol en gel que pone
en fin al momento feo que estaba pasando Danita.
Finalmente
merendamos y comenzamos nuestra marcha río arriba retomando nuestros pasos y
subiendo más allá del parador y descubriendo a cada paso rincones que nos deja
sin palabras hasta que desde lo alto como tallando la piedra en su camino el
agua se abre camino. Descansando en pequeñas ollas y volviendo a precipitarse
hacia el vació hasta que por ultimo termina en una gran olla donde Danita sin
dudarlo se tira de cabeza. Una belleza única, un lugar mágico que llena el alma
y nos deja con la boca abierta.
Dejo la
mochila junto a la de las chicas y con la cámara en mano busco esos puntos
donde pueda apreciar la naturaleza pura inmaculada. Suena un poco antisocial
pero donde la gente no salga en escena. Dejando que la estrella sea solo este
semejante regalo de la pacha.
Subimos por
la piedra caliente por el sol, evitando resbalarnos ni perder el equilibrio y
al llegar al punto donde la misma roca nos impedía subir la vida nos da una
cachetada y una gran lección.
Hoy me avergüenzo
al no recordar el nombre de aquel hombre que a pesar de la pérdida de sus dos
brazos llego hasta el mismo lugar que nosotros y se saco fotos donde él quiso a
pesar de la posibilidad de resbalarse.