Viernes 08 de octubre.Comienza la aventura...
Las tres mochilas están listas y salimos al camino. Retiro esta calmo a pesar de ya estar pisando un fin de semana largo. Igual los nervios consumen mi paciencia, creo que es un mal que nunca se me va a curar a pesar de que viaje una vez por día. Es una mezcla de cosas que pueden contra mi paciencia, el boleto que dice un rango muy extenso de plataformas por donde puede entrar nuestro micro, los numerosos parlantes anunciando arribos y partidas todos a la misma vez y uno está en medio de una multitud sin poder entender nada, y no hablemos de los micros que siempre llegan con retraso. Pero bueno después de todo eso, Rápido El Tata anuncia su arribo por plataforma treinta y ocho y en la butaca del micro dejo que el sueño se apodere de mí.
Tres mochilas en la baulera del micro dos compañeras al lado mío, el gigantesco vehículo avanza por la ruta, para dar con nuestro destino un poco más allá de las siete de la mañana. Ubajay la capital del Palmar según dice el anuncio de la confitería.
Sábado 08 de octubre.
Niebla, agua y magia...
Mochilas al hombro llegamos a La aurora del Palmar, rodeados de un paisaje cubierto de niebla el sereno nos da la bienvenida a la reserva privada que se encuentra a pasos de la entrada del Parque Nacional.
A simple vista un paraíso lleno de magia, pero no quiero investigar mucho más por el momento y voy a dejar que minuto a minuto el lugar me de a conocer su vida, su belleza, su historia. Echo que no tardo mucho ya que mientras esperábamos que la niebla se disipe, compartimos unos amargos con Don Roque el encargado de la caballeriza y guía de las cabalgatas. Quien no comento un poco de sus diez años trabajando en el lugar, de sus experiencias y lamentablemente de lo mucho que lamente la perdida de una profesora que hace unas semanas estuvo disfrutando del sol al lomo de una de sus yeguas y unos días atrás salió en el noticiero como víctima de un asesinato. Cosas de la gran city, producto de la locura que se vive por aquellos pagos de cemento, cosas que la gente de provincia no quieren ni entender.
El sol camino hacia el oeste y la niebla se desvaneció por lo que llego la hora de elegir el lugar y armar las carpas. La colorada esta vez tiene compañera y bajo los pinos el campamento va tomando color y luego de anotarnos en resección y una breve recorrida por el campo hacemos una escapada hacia el pueblo de Ubajay para provisionarnos con los víveres necesarios para estos tres días.
Un pueblo de siete cuadras por diez según marca el mapa, una pausa al tiempo, calesitas de tierra, casas antiguas y por su puesto la amabilidad impecable de sus habitantes. Un lugar que uno se enamora con una simple pasada, uno de esos rincones del mundo que a uno no le tienen que decir que en ese lugar no se habla de inseguridad, ni de piquetes u otras manchas de la sociedad.
De vuelta en la aurora el fuego anticipo a un arroz con verduritas salteadas, carne y salsa de soja, un arroz que en un principio iba a ser a la birmana y termino siendo un chau fan a la Sebastián.
A las cuatro de la tarde el tractor nos espera ronroneando para salir con Vikingo al volante los remos y chalecos salvavidas bajo el asiento el pie grande comienza a avanzar lentamente sobre un camino de ripio, atravesado pequeños humedales y metiéndonos cada vez más en un paisaje soñado que tiene como protagonista principal a la palmera Yatay pero no vamos a olvidarnos de los Pájaros Carpinteros, Monjitas blancas, los Tucu tucu que se hicieron desear pero los montoncitos de tierra/arena removidos los delataban.
Pero para sorpresa mía y la de mis compañeras. No es un paisaje monótono, sino cambia a cada paso, con lomas, y formaciones rocosas que afloran desde las entrañas de la tierra y para seguir desorientándonos al llegar al final de la huella una selva en galería se levanta en frente nuestro y pronto luego de tomar los remos y chalecos nos adentramos en la mima. Diría que uno se daría cuenta que está entrando al lugar con los ojos cerrados, ya que uno al entrar a este bioma una sensación de frescura envuelve nuestros cuerpos y el sonido de los animales penetran nuestros oídos, encantándonos con el canto de las aves y los ojos no saben a dónde mirar ya que en cada rincón una nueva planta un nuevo sonido, una nueva sensación te atrapa, hasta la risa de mi compañerita al escuchar el nombre de la planta culantrillo es diferente y contagia a todo el grupo.
Al llegar al arroyo El Palmar nos dividimos en las piraguas y luego de unas pequeñas instrucciones de Vikingo comenzamos a remar aguas a arriba avanzando por aguas tranquilas rodeados por la selva y fascinándonos con las tortugas que toman sol en los troncos de las orillas o las garzas blancas, los Martin Pescador que contrastan su plumaje blanco y azul con el verde de la selva o las garcitas brujas que levantan vuelo a lo lejos y bajo el agua centenares de sábalos yendo y viniendo en cardúmenes.
Al avanzar por un de las tantas curvas del arroyo el guía nos pide juntarnos para hablar un poco sobre la importancia de estas aguas, de la selva, sobre el tratado Ramsar que comparten junto al Parque Nacional y otros campos privados. Tratado que prohíbe la caza y pesca en estas aguas y sus selvas. Con el fin de proteger la biodiversidad.
Al terminar la explicación nos invito a hacer un minuto de silencio para poder conectarnos con el entorno, por lo que con los ojos cerrados, agudizando los sentidos dormidos por la gran city y me zambullo de lleno en los sonidos de la selva y el arroyo mientras una suave risa refresca mi piel blanca símbolo del invierno que acabamos de dejar atrás.
Una garza Bruja corta el cielo mientras vuela de una rama a otra del otro lado de la orilla. Se cumplió el minuto o eso creyó Vikingo porque la verdad que nadie lo controlo y en el aire se sentía que ninguno de nosotros tenía ganas de salir de esa comunión con la madre tierra. Tomamos los remos nuevamente y retomamos nuestras remadas para volver al punto de partida.
Viento en contra la remada es más dura, tal vez sea también porque nuestra mente y corazón no quiere volver y los venimos arrastrando como una gran bolsa de papas. Con mi compañerita rompemos la tensión mientras nos salpicamos con los remos.
Una vez nuevamente en tierra firme el tractor nos espera al otro lado de la selva por lo que sin perder tiempo una vez aseguradas las piraguas comenzamos la vuelta a pie. Pasando nuevamente junto al culantrillo y otras carcajadas tiradas al viento haciendo coro con las aves que no dejan de sorprendernos hasta llegar al pie grande que nos lleva al campamento con un cuadro de bellas pinceladas de fondo con el ocaso y las palmeras rompiendo el horizonte.
Un guiso de lentejas reponen de energía al cuerpo bajo un cielo de mil estrellas el día va llegando a su fin, lamentablemente no pudimos ir con vikingo y los demás guías a caminar por la quinta de cítricos. Ordenamos las cosas y la carpa nos abriga y protege del roció de la noche.
Domingo 10 de octubre.
Una Recorrida por el Parque Nacional
La luz del sol atraviesa el sobre techo de la carpa y tiñe de rojo las cosas de su interior. Siento que dormir mucho, pero miro el reloj del celular y marca las siete de la mañana, afuera se escucha un mundo despierto, que tienta a dar un salto al exterior pero mis compañeras están dormidas todavía y comparto unos mates dulces que pronto se convirtieron en amargos con el vecino de la carpa del frente.
Charlas que vienen y van, experiencias de uno y de otro mientras las horas pasan y en ninguna de las dos carpas (la de él y la de mis compañeras) parece haber actividad. Hasta que una de sus hijas se asoma de la estructural que le brindo de techo en la noche.
Nuevamente quedo solo tomo la cámara y me voy a deleitar con mis amigos Teros que posan para mi lente mientras llevan a cabo el arduo trabajo de alimentarse. Hasta que me llega un mensaje de texto de una de mis compañeras que desde dentro de su carpa me invita a tomar mates o mejor dicho, a que prepare los mates para que ella salga de su carpa con todo servido.
Nos espera un día largo en el Parque Nacional por lo que entre Mate y mate vamos organizando las actividades en el Parque de la palmera Yatay.
El fin de semana largo se refleja en la caravana de autos que entran al parque y sale del parque el sol brilla en lo alto y la temperatura esta agradable, a medida que venzamos los doce quilómetros hacia el área de servicios vemos en lo que auspicia de banquina una alfombra roja armada por pequeñas florecitas, manchadas por otras amarillas y celestes. Una imagen que le trae lindos y melancólicos recuerdos a mi compañera, ya que hace un tiempo atrás en donde vivimos también pintaban el verde del pasto que hoy fue remplazado por cemento.
El humo de la parrilla, la música de los autos y la gente amontonada en la tienda de regalos dan señal que el área de servicio está enfrente de nosotros. A veces me pregunto cómo la gente puede llegar con sus automóviles y poner la música alta, en vez de disfrutar de la paz que la naturaleza nos brinda.
Tras un almuerzo rápido y de divertirme sacando fotos a los Lagartos overos y las hurracas que se acervan a nosotros en busca de alimentos. Nos escapamos del bullicio y tomamos rumbo incierto guiado por la gente que nos guía hasta Juancito, Mulato y El Gato los tres caballos que junto al guía Javier vamos recorriendo parte del parque entre Yatays, espinillos y los Carpinchos que se cruza en nuestros caminos.
Mientras avanzamos nuestro guía nos cuenta sobre la importancia que tiene conservar las palmeras ya que es el único lugar en el mundo donde se encuentran y su lento crecimiento. Para tener una idea las Palmeras que normalmente vemos (dos o tres metros de altura) tiene alrededor de doscientos o trescientos años. Y si nos ponemos a pensar que en el parque se tienen registros de decientas hectáreas destruidas por una cuadrilla de veinte y cinco Jabalís en una noche. Nos damos cuenta la importancia que tiene la labor de estos parques y el daño que puede producir introducir especies exóticas como el Jabalí en este caso que se alimenta de la palmera.
Volvemos al punto de partida donde comenzamos nuestra marcha nuevamente a pie, el objetivo es llegar hasta las ruinas de los Guaraníes y tras atravesar un sector de selva en galería no solo encontramos con los hornos de Cal que mostraban la hilacha de los Españoles que vinieron a evangelizar en nombre de Dios y a consecuencia de eso se llevaron varias vidas de la gente de esta tierra.
Tras cruzar la última sección de selva la arena corta rotundamente el verde y un paisaje que nos deja la boca abierta se abre camino frente a nuestros ojos en una depresión del suelo como si se tratara de una quebrada, corre un hilo de agua, donde chicos y grandes arman pequeñas represas, sin pensar que en sus actos podrían estar afectando considerablemente el medio ambiente. Tal vez me juzguen de exagerado, tal vez no se den cuenta como una pequeña acción puede provocar grandes problemas. En este caso se trata de una represa de arena que gracias a la presión de agua se desarma al poco tiempo. Pero e visto hacer y dejar abandonada represas hechas con las piedras del rio, en córdoba, en el sur. No estoy en contra de esto, si bien pienso que el rio tiene muchos más entretenimientos que estar modificando el fondo del mismo. Si no problema está en dejarlas abandonadas una vez que la diversión se acabo.
Piensen en los peses que nadan en esas aguas que antes eran libres y hoy se encuentran con una pared de piedra, piensen en la basura que se acumula y en todas las cosas que antes fluían libremente y hoy una muralla de piedras lo impide. "El aleteo de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo” dice el proverbio chino.
El sol ya está cerca del horizonte y al terminar el agua del termo, retomamos el camino rumbo al área de servicio donde esperamos al remis que nos va llevar nuevamente a La Aurora del Palmar.
Una ducha caliente alivia el cansancio del cuerpo y nos deja como nuevos para el fogón que se enciende en el medio de la oscuridad iluminando las caras de los chicos que miran y escuchan las palabras de Marina, Chocho y Vikingo para luego mover el cuerpo al compas de las danzas. Como todo buen fogón los chistes no faltaron, mientras los grandes cuidaban lo que decían, los mas chiquitos se llevaron todos los premios.
La gente se retiro a sus carpas y habitaciones. El fogón sigue otorgando luz y calor, por lo que cerramos la noche con unos mates al lado de las brasas.
Lunes 11 de Octubre.
La Remada Final.
El día comienza temprano junto con unos mates para no perder la costumbre. . Organizamos el día como piezas de rompecabezas para poder aprovecharlo al máximo. Durante la mañana volvemos a agarrar los remos y a la tarde nos subimos al lomo de los caballos, pero esta vez en territorio de la aurora.
Dos días de actividades continuas hacen efecto a mi compañerita, a quien le cuenta salir de la carpa. Pero al final el olor a las medialunas recién horneadas puede más que el cansancio.
Un desayuno rápido devuelve la fuerza al cuerpo y el antiguo jeepon del ejército nos espera con el motor en marcha. La alegría de mis compañeras se nota a flor de piel al ver que nuestro transporte hoy no es el tractor. Ya que a ellas son fanáticas de lo Jeep y sueñan con uno propio.
Si bien el camino ya es conocido la belleza del lugar te atrapa y siempre tiene algo nuevo para mostrarte. Con los oídos atentos a la charla que tienen entre los dos guías y los ojos en el paisaje uno puede aprender mucho sobre lo que ve y siente. Y entre los Pájaros Carpinteros que se aferran a los troncos de las palmeras y las Monjitas blancas que levantan vuelo a nuestro lado vamos llegando a la selva, donde nos esperan nuevamente una sinfonía de cantos y esa hermosa sensación de frescura.
Al caminar nos damos cuenta que no somos los únicos que repetimos esta hermosa experiencia ya que una familia confiesa que el día anterior estuvo remando por el Arroyo el Palmar. Pero como dije antes el paisaje cambia. Tal vez no a los ojos del que pasa apurado o distraído. Pero en la mañana no se observan tantas garzas blancas o brujas que se desplazan de copa en copa. Pero si un gran número de tortugas posan en los trocos que están semis sumergidos para tomar el sol de la mañana. Mientras los sábalos cazan más activos casi sobre la superficie del agua. Los sonidos cambian, las luces, los aromas todo es diferente.
Lamentablemente de vuelta en la aurora nos damos cuenta que no va a ser posible realizar la cabalgata ya que mientras desarmamos las carpas vemos a Don Roque salir acompañado de otra persona. Al lomo de sus animales. Internamente me hago cargo de los retrasos ya que al bajar del Jeepon me quede hablando con Marina y Chocho (dos porteños que dejaron la gran city para venir a este paraíso a trabajar de guías) sobre cosas de la vida y de La Aurora en si, Pero esas experiencias enriquecen el alma y la mente de uno, ya que no solo es el lugar lo que uno viene a visitar sino a su gente.
Con el campamento desarmado, La Colorada nuevamente en la mochila, entre risas y mates esperamos a que llegue el coche que nos lleva a la terminal. La alegría no se opaca por una despedida, pero nunca me voy a acostumbrar a esto.
Un paso más en el camino de un loco.