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jueves, 5 de enero de 2012

ARBVOLADO





Goce, de internarse en el monte
donde la ausencia de voces y alarmas
se incrementa frente al telón hecho
con trinos y espléndido follaje.
Andar, como flotando,
entre el paisaje que cerros conforman.
Comunicándome con el hermano por instinto,
ser desprovisto de avaricia,
que retoza, libre, en los pastos de terciopelo.
Caricias, oh,
en las piernas me dan
 las flores nutricias recirculándo
la sangre, acaso verde ya
Y redimiendo el alma que traía
pesada carga de legiones.
Exploro bosques, humedezco la fatiga
en un arroyo que corea
y discurre allá, más atrás del sueño
al que nos acostumbramos desde
la luz primera.
Ya puedo acoplarme a la sintonía
que emite el lugar.
Me ubico
en musical escala
hasta el tuétano
para recobrar la lucidez ungida
a la espalda, desde la época en que hubo alas
respondiendo como un órgano más.
Entonces
admitido por el todo,
soy
Diluyo el aspecto mundano
entre la vegetación.
Y, al descorporizarme
consistiré en distinta cosa.
Conífero,
erguido ante el embate de las estaciones,
desafiando la eternidad.
Venga el sol beatífico a provocarme
con su rayo, la armónica,
inesperada
fotosíntesis cerebral.
Entonces, desde ojos fértiles,
disparo el flash para retratar
lo silvestre del entorno.

 

algo me dice que cuando vuelva
a mi hueca fisonomía, saldré por avenidas
empapelando muros
con estas pruebas de fidelidad.
Mientras tanto,
germino, hecho raíz, me expando.
Ya no hablaré,
adopto la mudez filosófica del árbol.
Contemplo y callo.

ALBIN

1 comentarios:

María José Flores dijo...

Hermoso. La naturaleza da paz...

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